Desde que tengo uso de razón siempre me he sentido atraída por la naturaleza. De pequeña iba muy a menudo con mi padre a la montaña a buscar espárragos, caracoles y bolets. Recuerdo cuando esperábamos los dos a que amainara de la lluvia para salir a buscar caracoles y caminar entre la hierba mojada oliendo a ese inconfundible olor a tierra mojada.
De más mayor dejemos de ir a la montaña pero en mi aún conservaba ese sentimiento, esa necesidad de ver el cielo en toda su amplitud sin edificios que se interpusieran y ver un horizonte dibujado por montañas.
Conocí a unos amigos con los que pude satisfacer esta necesidad, y gracia a ellos, e pasado muchos fines de semana haciendo rutas, lejos de la ciudad, de centros comerciales, tiendas y todo lo que se supone que nos tiene que distraer de la rutina de la semana y que a mi solo consigue agobiarme más.
Fue por aquel entonces cuando me empecé a interesar por el Camino de Santiago, ese camino que es como un remanso de paz en este mundo caótico, que te brinda la oportunidad de meditar, recapacitar y encontrarte a ti misma. Este podría ser cualquier encabezado de un artículo sobre el Camino. Yo llegué tarde para descubrir ese camino que sin duda fue así durante largo tiempo, pero el "boom" turístico a acabado con esa etapa. Bajo mi mentalidad romántica, soñadora y solitaria lo viví como un engaño. Peregrinos extranjeros que te muestran su indignación por no entenderles, broncas nocturnas en los albergues porque algunas personas ronquen, peregrinos que les dan más importancia que el albergue este limpio que a la etapa del día y ver por las tardes los bares del pueblo llenos de peregrinos tomando su cervecita como si en el mismo centro de Barcelona estuviera.
Sin duda también me llevo buenos recuerdos, pero esos recuerdos son en soledad: introduciendo los pies en un arroyo, observando un paisaje o la Catedral de Santiago...sintiendo el Camino a mi manera.
Lo he hecho 3 veces: en Agosto del 2006 de Astorga a Santiago, en semana santa del 2007 de Valença doMinho hasta Finisterre y en Agosto del 2007 de Oviedo a Santiago, las 3 veces acompañada.
Por ahora no tengo la necesidad de más Camino, y si lo hiciera otra vez lo empezaría lo más lejos posible y no llegaría a Santiago. Laura, una chica que conocí en el Camino portugués de Valença a Finisterre, recuerdo que me comentó que el verdadero Camino te lo encuentras antes de llegar a León y en las estaciones de otoño e invierno que es cuando los peregrinos son escritores, pintores, bohemios....artistas que van al Camino a buscar la inspiración.
El Camino me enseñó que se puede vivir con lo más básico y prescindir de muchas cosas que consideramos imprescindibles, y que las comodidades solo sirven para atontarnos, volvernos vagos e inactivos y acostumbrarnos a vivir bajo los cánones de la sociedad del consumo.
Las cosas negativas del Camino no son para mi el cansancio, las agujetas, ascensiones de vértigo con 10 kg a tu espalda, caminar bajo la lluvia, no encontrar nada para comer cuando el reloj marca las 17h...aunque sí una herida brutal que tuve en carne viva en la planta del pie que me salió durante el segundo Camino. No me defraudó nada de eso porque era consciente de que me lo iba a encontrar y quería ponerme a prueba en este sentido, sino que me defraudó el Camino en un nivel más interior, que no tiene ese encanto ni esa espiritualidad que quieren vender.
Cada persona tenemos unas necesidades y una personalidad, y en lo que se ha convertido el Camino de Santiago ahora no me ha dado lo que buscaba, o tal vez no supe encontrarlo.
De toda experiencia se aprende, y de esta aprendí que la guía de viaje eres tú mismo.